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¡Pako vete ya!
ANÁLISIS

¡Pako vete ya!

Ayestarán contó que últimamente había hablado con gente con la que hacía tiempo que no tenía contacto

Héctor Esteban

Miércoles, 25 de mayo 2016, 00:38

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El pasado sábado, minutos después de que le comunicara Peter Lim que iba a continuar al frente del Valencia CF la temporada que viene, Pako Ayestarán se subió al autobús que tenía que llevar a la expedición de Singapur a un restaurante a cenar. Allí iban mezclados todos. Jugadores, futbolistas y empleados del club. Ayestarán se sentó justo delante de los periodistas. En esos momentos el fútbol casi siempre pasa a un segundo plano. En la charla apareció Karlos Arguiñano para entrar no se sabe cómo en la conversación de las ausencias y de los reencuentros. Ayestarán contó que últimamente había hablado con gente con la que hacía tiempo que no tenía contacto. De sus palabras parecía que no era familia. No concretó pero quizá fueran amigos de la infancia, compañeros del colegio, personas de paso por su vida, viejos conocidos.

El vasco exteriorizó su satisfacción por volver a reconocer. Por actualizar aquellos recuerdos. Quizá cuando se llega a una edad hay necesidad de rehacer un poco la historia, de refrescar detalles que ahora son gotas de gran felicidad. Lo decía con sentimiento. Reivindicó el derecho de volver a saber. Con la ilusión de recordar pequeñas batallas que enganchan al auditorio no por la anécdota que se cuenta sino por cómo se cuenta. Donde el gesto tiene más fuerza que el verbo. A veces, a los conversadores les emociona más la forma que la palabra. La intuición de Ayestarán ya era un hecho aquella noche. Relajado, abandonado a lo mundano.

En el Valencia, la desmemoria es parte de los grandes males. El valencianismo también tiene que volver la vista atrás. Conversar. Recuperar a la gente de paso, respetar a aquellos que en su día formaron parte de una vida, del éxito, como las dos Ligas y la Copa de la UEFA que lucen en las vitrinas de Mestalla, en el mismo sitio donde ayer fue presentado el entrenador del Valencia para el año que viene.

Ayestarán se ha visto sometido a un juicio sumarísimo en ocho partidos y su único delito ha sido el de cumplir el objetivo de salvarse con un equipo deshilachado y falto de autoestima. Una vez blindada la salvación, se pasó a cuchillo el futuro del entrenador como si la temporada hubiera sido jauja. Una parte de la afición, alimentada por la estupidez de las redes sociales, ha hecho bandera de la ejecución del vasco sin poner sobre la mesa el beneficio de la duda. La grada es tan soberana como impaciente. Desmemoriada. Desagradecida incluso con cómplices necesarios de uno de los mejores Valencia de la historia, que nunca hubiera sido campeón sin el ajuste fino de una persona a la que hoy se cuestiona por haber sido renovado como entrenador. Ayestarán fue parte principal de aquellos éxitos que gobernó Benítez. Valencia vive alborotada. Se levantó en armas y con razón contra la improvisación de Peter y sus amigos, exigiendo la mano de un profesional para tomar las decisiones necesarias. Y cuando se da el paso y el director deportivo ejecuta tampoco vale porque el celofán que envuelve al entrenador no viste como la gente quisiera. Y se entona el ¡Pako vete ya! sin que el afectado tenga siquiera la oportunidad de empezar a trabajar su verdad. Y ahora se reivindica el referéndum para que el pueblo decida por sufragio universal el nombre del técnico cuando no hace mucho se aplaudió el absolutismo pactado en la unanimidad. Hay que despertar los recuerdos del éxito, si alguien no lo vivió que otro le cuente lo sentido. Ayestarán reconoció que el Valencia de ahora no es aquel que él sintió. Ha cambiado todo. Quizá sea la oportunidad de llamar para recordar. En la mano de Mestalla está.

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