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César Soriano, durante un partido de esta temporada con el Leganés.
La justicia poética del fútbol

La justicia poética del fútbol

César Soriano jugó 25 minutos en Primera con el Valencia de Rafa Benítez

Héctor Esteban

Martes, 8 de marzo 2016, 22:00

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Aquel Valencia de Rafa Benítez, uno de los mejores de la historia casi centenaria del club, tuvo una temporada de transición entre la primera Liga y el doblete de 2004. Una campaña que sirvió para ajustar objetivos y recuperar las claves del éxito. El equipo se salió en el momento en el que, como decía el técnico madrileño, asumió que con aguantarse unos y otros era suficiente. La disciplina hizo el resto.

Los entrenamientos del día a día se completaban con chavales del filial. Veinteañeros que disfrutaron de la sabiduría de sus mayores, de aguerridos veteranos que forjaron un Valencia campeón. David Navarro y Javi Garrido lideraron aquella hornada. Borja Criado, hoy ilustre notario, gozó de la confianza de Benítez mientras que Miguel Albiol, Enguix, Dorothée y Gavilán se estrenaron en plaza de Primera. En el último partido de Liga lo hicieron Pablo Redondo y César Soriano. Algunos tuvieron más oportunidades en otros equipos, se enfrentaron a carreras diversas, pero Soriano, un valenciano de Ontinyent que en abril cumplirá 33 años todavía guarda como un tesoro aquellos 25 minutos en el Pizjuán, donde el Valencia ganó 0-3. Soriano entró al campo en sustitución de Reveillére, un francés que estuvo de paso por el Valencia y cuyo adiós fue un de los motivos de la marcha de un entrenador al que todavía echa de menos el valencianismo. Soriano exprime aquel recuerdo al máximo. Aquel debut no tuvo continuidad.

Soriano es un producto más de la fábrica de laterales izquierdos de la casa. Cerveró y Revert aparecieron antes que él en los últimos años. Después jugadores de calidad suprema como Bernat y Gayà. También está Salva Ruiz. Por detrás, jóvenes como Lato aprietan con fuerza.

Hoy, este lateral izquierdo que ha desarrollado su carrera a caballo entre Segunda y Segunda B, es líder de la Liga Adelante con el Leganés, la revelación del torneo. En el estadio de Butarque la pasión rebosa una grada que se agarra con fuerza al sueño de Primera.

A Soriano, aquel chico al que Rafa Benítez le dio la alternativa, se ha agarrado a esa posibilidad como el último clavo ardiendo de su carrera para jugar en Primera. Trece años después de su debut. Aquel chico al que Marchena llevaba a casa, que aprendía de Carboni y que quedó asombrado de la sencillez de Pablo Aimar quiere jugar al año que viene en Primera.

Ahora vive en la cresta de la ola con el Leganés. «La verdad es que estamos muy contentos con la temporada. El Leganés nunca había estado tan arriba y la afición está muy ilusionada. Pero bueno, tenemos los pies en el suelo porque sabemos que esto es muy largo», señala Soriano, que es uno de los más veteranos de la plantilla pepinera.

La temporada del lateral izquierdo en Leganés es un reflejo de lo que ha sido su carrera. Un ir y venir. Subidas y bajadas repletas de segundas oportunidades que ha sabido aprovechar cada vez que se le han puesto al alcance. «A nivel personal lo disfruto con la cabeza fría. Sigo trabajando. Está la posibilidad de subir a Primera pero sabemos que para eso tenemos que pelear con los mejores. Hay que ser ambiciosos pero sin olvidar que cada partido nos va a costar mucho», apunta.

César Soriano empezó la temporada de titular. Después, el entrenador, Asier Garitano, apostó por otros compañeros. Decisiones que acepta de buen grado el valenciano, que sabe que el respeto en el grupo es una de las claves para lograr el éxito. Entró de nuevo en el once en las eliminatorias de la Copa del Rey y desde finales de la primera vuelta ha recuperado un puesto en el once. La semana pasada fue titular en la importantísima victoria ante el Real Oviedo. Un triunfo que les hizo ser líderes.

César Soriano tiene muy buen recuerdo de su selectividad en el Valencia. Concentró cada una de las enseñanzas de Rafa Benítez. «Era un entrenador muy metódico. Siempre me llamó la atención cómo estudiaba a los rivales, cómo planteaba los partidos. A los chicos que subíamos del filial siempre nos trató muy bien», apunta.

Su espejo fue Amedeo Carboni. Un referente futbolístico que casi le doblaba la edad en aquellos entrenamientos. «Lo veía entrenar y pensaba. ¿Cómo un jugador a su edad puede tener ese rendimiento? A los 35, 36... 41 años. Si él se retiró a esa edad yo también puedo hacerlo. Todo es resultado del trabajo diario. Tiene su recompensa. Este es el mejor momento de mi carrera. Me ha llegado ahora, a los 32, y tengo que disfrutarlo. A otros les llega a los veinte. Que me dure lo que me tenga que durar», defiende el jugador.

Afirma que su debut en el Pizjuán fue el sueño de niño. Luego se marchó al Castellón para iniciar un periplo por el Leganés, Ontinyent, Guadalajara y Avilés para volver la temporada pasada a Butarque. Entre el Guadalajara y el Avilés estuvo en el paro. En el equipo de la AFE. A la espera de una oportunidad, otra más. «No pensé en dejar el fútbol. Descendieron al Guadalajara el 31 de julio. Era imposible encontrar equipo. La campaña anterior había jugado cuarenta partidos en Segunda. Sabía que algo me saldría», apunta.

Con veinte no tuvo continuidad en el Valencia después del debut. Hizo la pretemporada del doblete pero no se quedó. «El filial bajó a Tercera, una mala temporada. El Valencia podía comprar jugadores, firmar a gente de fuera para optar a otras cosas. Tuve que salir», señala

Soriano todavía recuerda la sencillez en el trato de Aimar. Y cómo Marchena le hacía de chófer: «No tenía coche y me llevaba a casa tras entrenar con el primer equipo. Los mayores siempre me trataron muy bien». El lateral sigue muy vinculado a la actualidad del Valencia: «Cuando lo deportivo funciona da igual lo que pase en el plano extradeportivo». Hoy, su hermano pequeño está en la escuela de Paterna. César Soriano persigue su sueño de Primera.

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