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Nuno, solo ante el peligro
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Nuno, solo ante el peligro

Hasta ahora, Salvo y Rufete eran el chubasquero del técnico, que a partir de hoy mismo queda a descubierto para lo bueno y para lo malo

Héctor Esteban

Jueves, 2 de julio 2015, 00:53

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El pasado mes de febrero, tras la derrota ante el Málaga, el entrenador del Valencia, Nuno Espírito Santo, reunió a sus jugadores en círculo en las instalaciones de la ciudad deportiva de Paterna y subió el volumen para que su mensaje llegara también a oídos de los de medios de comunicación: «La mierda que me la tiren a mí, que no me importa». La reflexión escatológica sirvió para arropar a sus jugadores, para protegerlos, verbalmente, de la misma manera que ha rodeado con su brazo a alguno de sus futbolistas al final de cada partido. En especial, al capitán, Dani Parejo.

Nuno tiene un carácter plenipotenciario. Desde que llegó al Valencia quiere las manos libres. Con un capacidad de decisión sin ataduras. Además, nunca se ha sentido parte del grupo que lideraba Amadeo Salvo. En el aeropuerto de Sevilla, tras una sufrida victoria ante el Córdoba, cambió el paso mientras unos metros más allá Salvo, Rufete y compañía disfrutaban de un café durante la espera para que el avión despegara. Nuno, justo en el momento en el que se quiso acercar, viró y se alejó. Después, en el avión, no participó de la improvisada fiesta.

A Nuno no le importa asumir los riesgos de la marcha de Salvo y Rufete. Fue un jugador que creció junto a Mendes. Como entrenador, la línea ha sido la misma. Con una libertad de movimientos total. Sólo se debe a Mendes, al que estará unido de por vida, como él mismo ha reconocido públicamente.

Desde el primer día el nunismo se convirtió en una nueva forma de ver la vida. Para lo bueno y para lo malo. De cara a la grada, la vistosidad del nuevo técnico cautivó a parte de la afición, que pronto olvidó a Juan Antonio Pizzi. Pero mientras el pueblo quedaba encantado con el entrenador, en la dirección deportiva atisbaban que las cosas no iban a ser fáciles. Tras el partido ante el Málaga, el luso anunció una «bomba» en forma de fichaje a la que todavía le faltaba pólvora para rubricar. Se fichó a Negredo sobre la campana del mercado de fichajes, aunque el exceso verbal en rueda de prensa fue el primer desencuentro público. Después, en el último partido de la primera vuelta en casa ante el Almería, los cambios estructurales que apuntó el entrenador terminaron en una tregua consentida por el luso, que en la intimidad sabía que tenía esa guerra ganada.

La duda está en si Nuno ha sido capaz de calibrar la singularidad de Mestalla. Si en su primera temporada le ha tomado el pulso a un estadio que sentencia, tanto en lo bueno como en lo malo. Y él lo debe saber. La temporada pasada, sin haberse blindado todavía el puesto en Liga de Campeones, el luso escuchó los primeros pitos de la temporada en el partido ante el Eibar. El Valencia ganaba con solvencia a los armeros, uno de los peores equipos de la Primera División que piso el estadio de Mestalla, pero la indefinición del juego de los locales empezó a calar en la grada de Mestalla. La paciencia dio paso a los pitos. Nuno debe de ser consciente de que su crédito, para la nueva temporada, tiene fondos escasos. En la grada encontrará más rechazo que a su llegada. Ha sido señalado como el culpable de la actual crisis por la otra parte.

Nuno supera su mayoría de edad en Mestalla. No tiene escudo proyecto en lo público. Sí a nivel privado, porque la amistad de Jorge Mendes y del dueño, Peter Lim, son su principal garantía de supervivencia. A su llegada, desde el propio club, vendieron que la idea del magnate de Singapur era estructurar un equipo con el modelo inglés como patrón. En la Premier, los técnicos se alargan en el tiempo muy por encima de los resultados y en Valencia el portugués está firmado como mínimo hasta 2018.

El luso contaba hasta el momento con el chubasquero de Amadeo Salvo, al que el gen de la tierra le servía para reconducir a la masa valencianista en los momentos de crisis. Fue el encargado de modular el objetivo de la Champions, de capear la temprana eliminación copera y de mediar en la crisis abierta dentro del club. Ahora Nuno se queda desnudo. Descubierto a las críticas cada vez que salga a la banda de Mestalla desde la cueva del banquillo, en el que no se suele sentar. En principio, parece que no le importa el riesgo de quedar expuesto. Horneado en el mismo molde que Mourinho, el luso se ve en el horizonte en la misma posición que el actual entrenador del Chelsea. Porque a Nuno, desde Gestifute, lo han preparado para eso. Para ser la cúspide de una pirámide deportiva que consideraba hacinada con Rufete, Ayala y Salvans.

Nuno se la juega. Al veredicto de Mestalla. A una moneda al aire. Pero el confía que salga cara y por eso ha asumido el riesgo.

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