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Mathieu, un diez entre suspensos
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Mathieu, un diez entre suspensos

El primer proyecto de la era Salvo fracasa pese a cambiar de técnico, de jugadores y hasta de director deportivo

JUAN CARLOS VALLDECABRES

Lunes, 19 de mayo 2014, 00:29

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¿De qué está hecho Jeremy Mathieu? Hablar no habla muchos -sonríe todavía menos-, pero tiene un físico envidiable. Teniendo en cuenta que lo ha jugado prácticamente casi todo, lo normal era que durante esta tediosa temporada, el francés hubiera tenido algún que otro problema muscular, lo habitual al fin y al cabo a este nivel. Ni uno. Mathieu se ha convertido en el reloj suizo del Valencia, nunca falla, siempre está ahí y por si había alguna duda, con bastante fiabilidad. Repasando la cantidad de minutos acumulados de unos y de otros, Mathieu y Parejo pueden presumir de haber estado varios peldaños por encima del resto de compañeros, no sólo en lo que han ofrecido a nivel futbolístico sino también en cuanto a su físico. En una temporada cargada de suspensos para todos (directores deportivos, entrenadores y jugadores), la seguridad de Diego Alves en la portería, la definitiva confirmación de Parejo, la irrupción de Paco Alcácer y la persistencia de Bernat sirven de grupo de honor para acompañar al internacional galo.

A sus 30 años, el lateral reconvertido a central -se lo debe a Ernesto Valverde- está viviendo una madurez exquisita. Por algo Guardiola sigue encaprichado en él. El sábado, Mathieu a punto estuvo de quedarse en el césped de Mestalla en calzoncillos porque lo regaló todo a los aficionados. Hasta luce el brazalete, algo impensable si se tiene en cuenta las connotaciones de grupo que debe cumplir siempre un capitán. Pero es lo que hay en este Valencia, donde se echa en falta a un líder, a un jugador que sea capaz de sentar a sus compañeros en el vestuario y sacarle los colores si es necesario. «Te has equivocado con Ricardo Costa», dijo un alto responsable del Valencia esta misma temporada cuando Djukic, por entonces el entrenador, aceptó darle el rol al portugués.

De cualquier forma, el Valencia de este año no la ha pifiado por la ausencia de líder ni de capitanes. Se ha pegado un buen revolcón simplemente por no haber sabido cómo sacarle el jugo a esta plantilla. Djukic no supo encontrarle la chispa al vestuario y entró con mal pie desde el día que decidió enseñar, por ejemplo, el equipo titular desde el primer lunes de la semana. Eso puso a los jugadores en su contra.

Tampoco gustó a la plantilla que el serbio despotricara contra ellos cuando el Espanyol les pasó por encima en la segunda jornada (3-1). Lo de escuchar las críticas, duras, de su propio entrenador en la sala de prensa les supo a cuerno quemado. El serbio fue poco a poco cavando su propia fosa. Cambió algunas directrices, modificó los hábitos de entrenamiento, suavizó sus discursos... no era el verdadero Djukic y eso le acabó pasando factura.

Lo más curioso de esta temporada es que el entrenador saltó por los aires sin que la grada cargara contra él. El serbio no recibió ni una sola pitada de Mestalla. Sí, bastantes y contundentes, los jugadores. Se escuchó aquello de «mercenarios» y el preocupante «no vais a salir», dedicado a los futbolistas cuando el Swansea hizo un paseo triunfal por Mestalla (0-3). La cosa empezó a torcerse. El juego era pobre y preocupaba el sistema que no estaba del todo definido. ¿A qué jugaba de verdad el Valencia? Era inconsistente por arriba y por abajo, y no hacía daño ni por dentro ni por fuera. Banega, por ejemplo, estaba rozando la desidia en muchos partidos y Hélder Postiga no las enchufaba ni en las pachangas de Paterna.

Llegó la hora del cambio. De los cambios, mejor dicho. Primero sería Djukic, luego Braulio Vázquez y después un grupo de jugadores de todos los 'pelajes'. A Nico Estévez le tocó la lotería el 22 de diciembre cuando le tocó dirigir al Valencia frente al Real Madrid pero Ayala y Rufete trajeron finalmente a Pizzi para deshacer el entuerto.

El argentino debutó contra el Levante con un aceptable resultado (2-0) y se apreciaron ligeras mejorías que hicieron pensar en que se podría conseguir el objetivo europeo. Los fichajes de invierno no dieron el resultado esperado. ¿Para qué se trajo a Vinícius? ¿Qué hace Vezo en esta plantilla si es Fuego el central en caso de emergencia? ¿Qué repercusión ha tenido la aportación de Senderos? ¿Por qué Vargas no ha sido más constante? Sólo Keita ha dado una lección de profesionalidad y saber estar.

El Valencia no mejoró con los cambios pero tampoco echó de menos a los Postiga, Pabón (3,7 millones desembolsados por el club y otros 3,7 por un fondo de inversión), Banega, Canales, Guardado... ni a Cissokho ni a Rami, por aquello de completar el cuadro. Una temporada nefasta donde las haya en la que un remate de cabeza truncó el sueño de Turín.

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